El taller de Jar II (Segunda época)

miércoles, 25 de febrero de 2009

¡Café, Café!



A que después de leer este modesto artículo sobre la historia del café, te vienen ganas de tomarte un cortadito. Por lo menos la próxima vez que te vayas a tomar un feca le vas a prestar más atención al aroma y si estás medio fisuradito, al pegue.

Salute.



Publicada el Viernes 20.02.2009 Montevideo, Uruguay

en El País Cultural



Una Historia del Café



La infusión de Satanás




Daniel Veloso



AMARGA INVENCIÓN de Satanás, vino negro o bebida vigorizante han sido algunos de los nombres que ha recibido el café, una infusión con propiedades estimulantes que se ha insertado en la vida cotidiana de las sociedades modernas. Stewart Lee Allen, viajero y periodista estadounidense, es autor del libro La taza del diablo en el que reconstruye el camino que llevó al café, desde el África oriental, pasando por el mundo musulmán hasta su introducción en Europa. Desde sus comienzos, el consumo de la bebida obtenida de las bayas del cafeto, estuvo relacionada con rituales religiosos o comunitarios. Lee Allen describe las oraciones que realizan los pueblos nómades de Etiopía antes de beberlo en que piden riqueza y protección y lo compara con el ritual de beber café cada mañana en Occidente. "¿A quién no le han ofrecido un café en una cita de negocios?" pregunta. El café es una bebida "que despierta y que pone a la persona alerta" dice, propiedades por las que fue adoptada por el mundo islámico, donde no se bebe alcohol. El autor del libro es una especie de americano impasible, como el personaje de Graham Greene. Es un tipo algo ingenuo, actúa como un turista norteamericano desprevenido en algún país pobre del tercer mundo. Siempre hay un simpático nativo que intenta embarcarlo en algún emocionante negocio. En Yemen tratarán de convencerlo para que ingrese a un inmigrante ilegal a Europa, y en Brasil, mientras presencia el ritual de una secta religiosa, intentarán drogarlo. Pero lo máximo será en la India, donde aceptará contrabandear arte mogol falsificado a Francia. Meses más tarde, al ir a buscar el envío al correo francés, no tendrá noticias de su paquete. Apenas perderá cuatro mil dólares. Pero este toque de candidez del autor no es superfluo y ayuda a la lectura del libro que mezcla un viaje a lo "mochilero", con una historia bastante fiel de la denostada bebida.



LA CABRA LOCA. El café fue descubierto por una cabra. Así por lo menos lo cuenta la leyenda etíope de Kaldi el pastor, que notó que su mejor cabra bailoteaba después de comer los frutos de un arbusto. El pastor probó las bayas e inmediatamente se puso a bailar con sus cabras. Un monje oyó el relato y también probó los frutos. Al caer la noche no pudo dormir, por lo que descubrió que si se los daba a sus fieles, estos no se dormían durante el sermón.







Lo cierto es que las tribus de la meseta etíope, donde crece la variedad de café conocida como arábiga, hacían una pasta con los granos mezclada con grasa para darles valor a sus guerreros. Algo así como tomar un café por la mañana antes de encarar el tránsito de la ciudad. El autor, que llegó a vivir en cuatro continentes y en diez ciudades, estaba a fines de los noventa trabajando en un hospital de la India al servicio de la Madre Teresa de Calcuta, cuando encontró en una feria un libro que comparaba las "violentas sociedades occidentales tomadoras de café con los bebedores de té y amantes de la paz de Oriente". Contrariado por la mala fama de su amado brebaje decidió recorrer el camino que llevó al café de África hasta América a lo largo de 20 mil kilómetros. Su hipótesis de trabajo se basa en una afirmación del historiador francés del siglo XIX Jules Michelet que dice que el nacimiento de la sociedad occidental "ilustrada" se debió a "la conversión de Europa en una sociedad bebedora de café". Lee Allen comienza su recorrido en Etiopía, en Harar, ciudad de la antigua Abisinia célebre por su café, por la visita del explorador Richard Burton y porque allí encontró refugio en 1871 Arthur Rimbaud, quien había abandonado la poesía por el comercio de café y de esclavos. El objetivo de Stewart es beber una forma primitiva del café llamado "kati", para el que sólo se usa las hojas de la planta. Para ello viaja a la frontera con Somalia a una zona devastada por la guerra. Cuando por fin consigue que una mujer le prepare un poco de kati, lo sorprende un soldado que alarmado le dice: "usted es un hombre blanco muy estúpido, esta es un área muy peligrosa", por lo que Stewart deberá irse sin beber su infusión.


INMIGRANTE ILEGAL. Aquellos nativos etíopes a menudo eran capturados por los esclavistas árabes, y llevados en caravana hasta las costas del Mar Rojo. Con ellos también fueron sus granos de café. En Djibouti, una ex colonia francesa, Stewart aborda una frágil embarcación llena de refugiados somalíes que huyen de la guerra hacia Yemen y a una cultura distinta. Una muchacha somalí le cuenta que cuando toque tierra, tendrá que usar velo. Al otro lado del mar está Al-Mucha, de la cual deriva la palabra Moka y en donde hacia el 1200 se comenzó la práctica de hacer la infusión con los granos de café al que los árabes llamarán "qahwa". Partiendo del antiguo puerto, Stewart toma un "taxi" abarrotado que lo lleva a Sana`a, la capital yemení. A los lados de la carretera ve muchachos que venden ramos de hojas. El chofer para y compra para él y los pasajeros. Todos menos el americano mastican hojas de qat, ricas en alcaloide, a la que llaman la "hermana mala". "Es lo peor que le ha pasado a Yemen", le dice un pasajero.





En Sana`a, una ciudad con edificios de adobe de siete pisos, prueba el café local, que "aunque es fuerte y claro, es más suave", además de tener una "delicada fragancia". También en el país se toma una bebida preparada con la cáscara del café llamada "quisher", que Stewart consideró "insípida". En un principio el café fue utilizado como un brebaje ritual por la secta mística de los sufíes que lo utilizaban para "alterar su conciencia". Pero el uso dado por los "hippies del Islam" como les llama, fue visto como una amenaza. En 1511 un jefe de policía de La Meca convocó una reunión de líderes religiosos para consultarlos sobre si el "qahwa" violaba las leyes del Islam. Señalada como bebida tóxica fue prohibida hasta que los turcos la rehabilitaron en 1600.






CABEZA DE TURCO. Luego de una breve visita a Konya en Turquía, para asistir a un festival de la secta sufí de los "derviches danzantes", bailarines con largas faldas blancas que giran hasta entrar en trance, viaja a Estambul. Esa ciudad tuvo la primera cafetería en 1475, y también tuvo al mayor enemigo del café, el Sultán Murat IV. Enterado de que en las cafeterías se criticaba a su reino, las prohibió además de castigar con la muerte a todo aquel que fuera sorprendido bebiendo café. Fue según Allen, "la primera acción prohibicionista de una sustancia alteradora de la mente realizada por motivos políticos". Arruinados, los comerciantes del grano tuvieron que buscar fortuna en Europa.






Otra historia cuenta que el ingreso a occidente fue a través de Viena, cuando los turcos, que sitiaban la ciudad en 1683, al ser vencidos, abandonaron sacos llenos de granos de café. Fue en Viena donde se empezó a filtrar el café, eliminando la costumbre turca de dejar sedimento en el fondo de la taza. También fue allí que se comenzó a agregarle leche, y por la espuma que coronaba la taza de café se le llamó capuchino, en referencia a la capucha del hábito de los monjes.Mientras en Oriente Medio estaba prohibido el alcohol, en Europa del norte sus habitantes complementaban su dieta con cerveza, consumiendo tres litros diarios por persona. Se intentó prohibir el alcohol sin éxito, hasta que se instaló la primera cafetería en Inglaterra en 1650. Stewart señala que no es casualidad que junto al advenimiento del café también se diera el control del parlamento inglés por los puritanos.El hecho es que pronto las dos mil cafeterías de Londres ayudaron a que se dejara el hábito de beber cerveza al mediodía.









A diferencia de las tabernas, en estos establecimientos la gente podía hablar y discutir de política y religión. Por ello el rey Carlos II los cerró, pero sólo durante once días. Los cafés tenían carteles donde se anunciaban reglas de convivencia novedosas: "...te sientas en el lugar que encuentras y si una persona importante llega, no necesitas levantarte y darle tu lugar". En la cafetería La Cabeza de Turco había una urna para que los parroquianos pudieran votar ciertos asuntos sin ser identificados por los espías del rey. Décadas más tarde el café sería plantado en Sudamérica y en Las Antillas donde, como en sus orígenes, estaría relacionado con el tráfico de esclavos. Durante doscientos años fueron llevados a trabajar a las plantaciones de Brasil tres millones de personas. Todos estos siglos acompañando la historia del hombre han hecho del café una de las mercancías más comercializadas en el mundo.






LA TAZA DEL DIABLO. El café, la fuerza impulsora de la historia, de Stewart Lee Allen. Océano, México, 2008. Distribuye Océano. 230 págs.



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lunes, 9 de febrero de 2009

Las puertas de la percepción

Publicado en el País Cultural
el Viernes 25.01.2008
Montevideo, Uruguay





Biografía de Jim Morrison (1943-1971)




Las puertas de la percepción















DANIEL VELOSO



LAS BIOGRAFÍAS de personajes famosos o históricos siempre tienen algo de construcción colosal que no deja ver a la persona real de la que se extrae el relato de su vida. Muchas veces funciona como un decorado de una película sobre el viejo oeste, donde de las casas sólo existe la fachada. Las vidas de las celebridades se confeccionan en parte con los relatos de las personas que los conocieron, pero en realidad, sólo con aquellas que el biógrafo pudo encontrar. Quizá las personas que conocieron más de cerca al personaje estudiado no quieran hablar o hayan muerto. Por eso actualmente se exige mayor rigor a una biografía. Ya no es posible escribir las semblanzas de los grandes hombres de la Historia como haría el escritor austríaco Stefan Zweig. Su Erasmo de Rotterdam o su Magallanes eran más como se los imaginaba que como realmente fueron en vida. Zweig no disponía de los recursos y los medios que hoy posibilitan una investigación seria, que no se queda en el mero estudio bibliográfico. Jim Morrison fue muchas cosas y tuvo cambios de conducta a lo largo de sus 27 años de vida. Principalmente fue un niño, un adolescente y un joven, por lo que no se lo puede culpar demasiado por sus errores. Era buen estudiante, quería ser artista, poeta y cineasta y se quejó amargamente por haber "recibido poco cariño" durante su infancia, como dijera a su público durante un concierto. Vivió en una de las décadas más complicadas del siglo XX. Perteneció a la generación de posguerra, en la que los viejos modelos conservadores de la sociedad se oponían a las nuevas ideas que se esparcían por el mundo.



DE COSTA A COSTA. Stephen Davis es el biógrafo que emprendió la tarea de explicar y contar la vida de la súper estrella del rock de fines de los sesenta. Exhaustivo investigador, es reconocido por su biografía de los Rolling Stones, Los viejos dioses nunca mueren, y por la historia de Led Zepellin, Hammer of the Gods. En su libro sobre Jim Morrison, Davis lleva al lector a través de la loca vida del cantante, primero en la infancia, acompañando a una familia que migra de costa a costa de Estados Unidos, siguiendo a un padre ausente y autoritario. Luego el ritmo se acelera, al presentar un Morrison estudiante, indisciplinado y desconsiderado con sus compañeros de habitación, sin poner un solo centavo para la comida, usándoles la ropa y gastándose todo el dinero que le enviaban sus padres en libros. Más adelante Davis reconstruye los pasos de un Jim alucinado por el LSD a través del desierto, o describe las noches de luna en una azotea en la que vivió en Venice Beach. Más adelante narrará detalladamente el cambio de rumbo que toma su vida al convertirse en cantante de The Doors, enumerando cada recital, desde el que tuvo cinco asistentes hasta los desbordados por la reventa de entradas en grandes estadios cerrados. Para lograrlo emplea entrevistas originales a decenas de personas que lo conocieron. En el libro aparecen las voces de los músicos de los Doors: Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore. Los dos primeros son más cordiales con la memoria de su ex compañero. En cambio Densmore, el baterista, expresa el resentimiento hacia un Morrison que no lo aceptó en el grupo y que intentó varias veces echarlo. Stephen Davis ha usado todo tipo de recursos para armar su libro. Los cuadernos personales de Jim, en los que escribía sus poemas y pensamientos, sus películas y grabaciones de poemas, documentos públicos, archivos escolares, expedientes judiciales y biografías anteriores, además de varias entrevistas de medios de la época. Por otro lado, como en una constelación en la que Jim Morrison es la estrella principal, va uniendo en el dibujo innumerables personajes. En el esqueleto estelar que Davis confecciona aparecen Andy Warhol con todo su séquito neoyorquino, donde Jim conocerá a la modelo alemana Nico, cantante de la Velvet Underground, con quien tendrá un tormentoso romance. Otras conexiones harán aparecer al poeta beatnik Allen Ginsberg, a Francis Ford Coppola y a un Iggy Pop de 18 años que tal vez tomó nota de cómo se comportaba un desenfrenado Morrison sobre el escenario. O la breve entrevista que tuvieron Mick Jagger y Jim Morrison en el motel donde vivía este último. El cantante de los Rolling Stones había ido a Los Ángeles a observar cómo los Doors hacían su show en un gran recinto con miles de enloquecidos fanáticos. Al final del libro, el relato deja de acompañar los tumbos y caídas que iba sufriendo el cantante para planear suavemente sobre sus últimos meses de vida. Aquí aparece el perfil detectivesco del biógrafo. Encuentra a los parisinos que compartieron sus últimas borracheras o que simplemente lo llevaron inconsciente en un taxi. La muerte de Morrison, acaecida el 3 de julio de 1971en París, es reconstruida minuciosamente. Davis ha conseguido testimonios de personas que cuentan el lamentable estado de salud del cantante. Afirma que el episodio de sobredosis en el baño de un local nocturno fue dos días antes de la muerte en su apartamento. Inexplicablemente Morrison sobrevivió a la primera sobredosis, pero no a la segunda. Con su muerte terminó una época en la historia del rock. Los setenta seguirían adelante, con su crisis energética y sus conflictos bélicos. En lo musical aparecerían nuevos géneros y nuevas estrellas de rock que estarían en gran medida en deuda con Jim Morrison.





EL REY LAGARTO. James Douglas Morrison nació en 1943 en Melbourne, Florida, Estados Unidos. Su padre, que llegó a ser almirante y comandó un portaviones que bombardeó Vietnam del Norte, tuvo un papel principal en el desarrollo de la personalidad de Jim. Su madre era una mujer sencilla, que siguió a su marido por todo el país yendo de una base militar a otra, ocasionando continuos desarraigos en sus hijos. Cada vez que Jim se adaptaba a un colegio y formaba un grupo de amigos tenía que separarse de ellos. Un aspecto oscuro en la vida de Morrison, según contó a sus amigos, fue que de niño abusaron sexualmente de él. Todo apuntaría a su padre, según un libro publicado en 1997 por una de sus novias. En 1955 la familia se mudó a Albuquerque, Nuevo México, donde Jim desarrollaría su afición por el desierto y por los reptiles. De esa época data la creación del "Rey Lagarto", especie de personalidad paralela de Jim y personaje central del poema de 1968 "La celebración del Lagarto". Una versión de este poema puede escucharse en el primer disco en vivo de The Doors, Absolutely Live, de 1970. En 1962, de regreso en la Florida, ya se mostraba como un chico inteligente y un voraz lector que deslumbraba a sus profesores. Dos años después, desobedeció a sus padres y se fue a estudiar cine a la Universidad de Los Ángeles, California. Uno de sus compañeros de clase era Francis Ford Coppola, quien en 1979 usó la canción de los Doors "The End" en su película Apocalipsis Now. Morrison era un estudiante entusiasta aunque no muy aplicado. El cortometraje que presentó en su examen final obtuvo el rechazo de los profesores pero la admiración de varios de sus compañeros. El resultado fue un original montaje de imágenes donde se mezclaban secuencias eróticas con tomas de manifestaciones nazis. La cinta se perdió pero se puede tener una idea del corto en la reconstrucción que hiciera Oliver Stone en su película The Doors, de 1991. Uno de sus compañeros de clase, Ray Manzarek, era músico y tocaba el órgano en una banda. Ray contaría que se encontró con Jim en la playa de Venice y que éste le contó que había escrito una canción. Ray le pidió que la cantara. Esa canción era "Moonlight Drive" y sería uno de los éxitos de The Doors, la banda que nació ese día de julio de 1965, en la playa.



ALUCINÓGENOS. El nombre The Doors proviene del libro Las puertas de la percepción (1954), del escritor inglés Aldous Huxley, que a su vez se inspiró en un poema del poeta romántico William Blake. Huxley, casi ciego, se había mudado a California, donde la brillante luz del desierto le permitía ver mejor. Allí participó de experimentos con mescalina, un alucinógeno extraído del peyote. Sus "viajes" están relatados en ese libro. Morrison lo leyó y al igual que sus idolatrados beatniks, los poetas de la generación anterior, se subió a la loca espiral del viaje por ácido lisérgico o LSD. Alucinógenos similares eran usados por los indígenas de la costa del Pacífico y por sus chamanes, encargados de contactarse con el mundo de los espíritus. El joven Morrison estudió sobre el tema e hizo varios viajes al desierto en busca de ese conocimiento chamánico. Ray Manzarek se referiría a Jim como poseedor de un "fuego interior que lo abrasaba" y que lo llevaba a tener una existencia inquieta y autodestructiva. Tomaba LSD todos los días además de alcohol hasta caer inconsciente. Para sus compañeros de los Doors, en ocasiones Morrison llegaba a ser insufrible, sobre todo para el baterista John Densmore. Sin embargo con el correr de las actuaciones el grupo se fue afirmando e incluso Jim, que tenía miedo escénico y que cantaba de espaldas al público, comenzó a animarse y a ser más atrevido. La forma en que Jim abordaba a su público no era casual. Había leído varios libros sobre Psicología de Masas y cuando era estudiante escribió un trabajo sobre la "neurosis sexual de las masas". Morrison sabía lo que quería la gente y cada noche se lo brindaba. En esas actuaciones nació el ícono sexual. A pesar de que los Doors sonaban extraños para la movida musical de Los Ángeles, los adolescentes hacían cola en la puerta del club Whisky a GO GO. Se había corrido el rumor de la desenfrenada actitud del vocalista y todos querían verlo. Una noche de concierto Jim no apareció. Estaba totalmente "volado" en un hotel. En pleno éxtasis de ácido sus compañeros lo llevaron al escenario y durante el tema "The End", en el que intercalaba siempre poemas y otras improvisaciones tuvo su famoso flash edípico. Cantó sobre un personaje que entraba al cuarto de sus padres y decía: "- ¿Padre?- . -¿Si, hijo?. -Quiero matarte. -¿Madre?, ¡quiero hacerte el amor!". El revuelo con los dueños del club fue mayúsculo, pero a la larga la actitud escénica de Morrison atrajo al sello discográfico Elektra. Un buen contrato llevó a los Doors por todo el país y los convirtió en la banda más popular de Estados Unidos de fines de los sesenta.





EL VUELO DE ÍCARO. Jim Morrison dejó el ácido pero cada vez bebía más. Insultaba y se peleaba con la gente y orinaba en público, como buscando que lo reprendieran. A pesar de que pasó borracho la mitad de esos años de gloria con los Doors, no hay que perder de vista al Morrison intelectual y erudito. El productor de Elektra, Paul Rotchild, contaba que Jim siempre andaba con un libro o escribiendo en un cuaderno. Muchos de sus amigos lo recordaban llevando un libro de poemas de Arthur Rimbaud. Mientras la banda salía de gira por el país, tocando hasta cinco días a la semana, su tema "Light my fire" llegaba al número uno de los más escuchados. Pronto los clubes nocturnos quedaron chicos y comenzaron a tocar en estadios deportivos convirtiéndose en uno de los grupos pioneros de los conciertos masivos. Después de lanzar su primer disco The Doors (1967), del que se cumplieron 40 años en 2007, la presión sobre Jim Morrison para que creara nuevos éxitos se hizo insoportable. Bebía mucho y su conducta era más autodestructiva. El contexto no ayudaba: 1968 fue un año terrible. La guerra de Vietnam, los asesinatos políticos de Martin Luther King y del senador Robert Kennedy o el "Mayo Francés" eran interpretados por el público estadounidense casi como señales del Apocalipsis. La policía reprimía con dureza a los manifestantes, generalmente jóvenes, lo que llevaba a aumentar el odio hacia ella y Jim compartía ese sentimiento.







En un recital de los Doors en New Haven, estaba con una chica haciendo de las suyas en el backstage cuando un policía los sorprendió y, sin reconocerlo como la estrella del show que estaba por comenzar, le lanzó gas irritante a los ojos. Jim salió gritando de dolor y completamente ciego. Cuando se recuperó, ya en el escenario, Jim contó al público lo que le había hecho aquel "hombrecito de azul". La policía furiosa lo arrestó y lo golpeó brutalmente. Sus compañeros contarían que en ese momento comprendieron que de ahí en más sólo vendrían problemas. Jim reaccionaría a la tensa situación política de Estados Unidos con "Unknow Soldier" (soldado desconocido), considerada la canción de protesta más iracunda de esos años y también la más eficaz. Pero el fin estaba a la vuelta de la esquina. El 1º de marzo de 1969, en un recital en Miami, un Jim ebrio y desacatado, se bajó los pantalones e insinuó enseñar sus genitales al público. Un periodista mal intencionado escribió en el Miami Herald que el cantante usó vocabulario soez y que incitó a la rebelión al público y hasta envió cartas a la Justicia preguntando si estaban enterados del hecho. Según Davis, la paranoica administración de Richard Nixon, que ya estaba acosando a John Lennon con el FBI, acusó a Morrison de obscenidad. Automáticamente la gira nacional que recién comenzaba fue suspendida. El larguísimo juicio que siguió terminó por apagar su poderoso fuego.





LA TUMBA DE PARÍS. Después de grabar el álbum L.A. Woman, uno de sus mejores trabajos y sobre el cual el grupo logró ejercer más autonomía creadora, terminó el contrato con el sello Elektra. Morrison por fin era libre y viajó con su novia Pamela Courson a París. Nadie lo decía, pero abandonaba a los Doors para dedicarse al cine y a la poesía. Luego de la muerte de Jimi Hendrix y de Janis Joplin en setiembre y octubre de 1970, sus amigos le rogaron que se cuidara. Las fotografías de ese verano parisino lo muestran más delgado y sin la gran barba que usó en California. Pero tras un par de semanas de mejoría en su ánimo Morrison volvió a beber y se hizo adicto a la heroína, como lo era desde hacía años su novia Pam. Su muerte se debió a una sobredosis de esta droga. Lo encontraron en la bañera de su habitación, aunque hay testigos que afirman que murió en un club nocturno y posteriormente su cuerpo fue llevado al hotel. El médico forense sospechó que la causa había sido una sobredosis aunque sólo se limitó a escribir en la partida de defunción: "ataque cardíaco". Pamela y los directivos de Elektra intentaron mantener en secreto el fallecimiento por un par de días, hasta que inevitablemente la noticia llegó a la prensa. Su tumba, ubicada en el cementerio parisino de Père-Lachaise, es un lugar de culto y uno de los puntos turísticos más visitados de París. El guitarrista de The Doors, Robby Krieger diría de Jim Morrison: "vivía al límite; vivía para su arte y en el proceso se perdió".



JIM MORRISON. Vida, muerte y leyenda, de Stephen Davis. Robinbook, Barcelona, 2005. 429 págs.




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