El taller de Jar II (Segunda época)

viernes, 21 de agosto de 2009

Primera nota.




Primera nota
Hace ocho años conseguí publicar mi primer nota en el Cultural, después de haberlo intentado en varias oportunidades. En 1995 presenté una nota sobre el Batman de Frank Miller, el de Dark Knight (Caballero de las tinieblas) que al final no me la aceptaron. Reelaborada un poco más, la llevé a la gente de Brecha que por suerte les gustó y la publicaron. Luego fui a la carga con una nota sobre cambio climático, pero estaba un poco desordenada y me metía mucho con George W. Bush y sus intenciones de extraer petróleo de un parque nacional en Alaska. Esa tampoco salió.

Después vino la oportunidad en 2001 con el agujero en la capa de ozono. Para esta tuve más suerte. Me ayudó mucho Mario Caffera, un gran científico y mejor persona de la Facultad de Ciencias y la Ingeniera Química Mirian Vega, del MVOTMA, que hasta me mandó a casa un sobre con pila de material que publicaba el ministerio.Fue mi primer artículo de divulgación científica. Unos meses después, cuando se organizó un curso de periodismo científico en Facultad de Ingeniería, en la que tuve como profesor a Leonardo Moledo, aquella modesta nota sobre el agujero de ozono me permitió inscribirme como periodista científico.
Así fueron las cosas. La nota como es de 2001 hay que actualizarla.
Prometo hacerlo en breve. Un abrazo.




El País Cultural

Viernes 05.10.2001 Montevideo, Uruguay



La capa de ozono



Antes que anochezca




Daniel Veloso
EL FLUJO CONSTANTE de información que llega a través de los medios masivos de comunicación hace que el lector pierda la pista de muchas noticias que, aunque lo desconozca, son de importancia clave en su vida. Aquella noticia del "agujero de ozono" sobre la Antártida acaparó los titulares de todos los medios: era una catástrofe que sugería que la gente tendría que vivir bajo tierra ya no se podría salir al aire libre sin exponerse a una quemadura solar.
El tiempo pasó y muchos se han olvidado de los pronósticos apocalípticos. El agujero de ozono es una tenue banda de varios kilómetros de alto, en una zona de la atmósfera conocida como estratósfera, que nunca ha sobrepasado los límites del continente antártico, a pesar de su gran extensión y profundidad.
Su borde inferior comienza a los 10 km. de altura y se extiende hasta los 50 km. Por debajo está la Troposfera, donde se desarrolla la vida, conteniendo el 85% del aire; ésta mantiene el calor como una manta e impide que se escape al espacio.
En segundo lugar, el agujero en la capa de ozono no dura todo el año sino tan sólo durante la primavera.
Son episodios que se repiten año tras año, desde que fuera detectado por primera vez en 1982.
En primavera, en la atmósfera polar, al recibir nuevamente radiación solar, se inician reacciones químicas que destruyen la molécula de ozono, produciéndose otras moléculas que no cumplen con el papel del primero: detener los rayos ultravioletas en la estratósfera, e impedir que lleguen al suelo, donde serían nocivos para la vida.
Sin embargo, este proceso de destrucción del ozono no se da sólo sobre la Antártida, donde sus efectos parecen no alcanzarnos, sino en toda la atmósfera y en todo momento. Este proceso de disminución continua de la concentración de ozono en la atmósfera de todo el planeta --a razón de un 2% cada diez años-- constituye el principal problema. Para el 2006 habrá disminuido un 10% desde 1956, y el ritmo parece imparable. Ya se han vertido a la atmósfera millones de toneladas de compuestos químicos, en su mayor parte producto de las industrias de países desarrollados, que estarán allí, flotando, durante muchas décadas más.




EL ORIGEN. Luego de una serie de mediciones de las concentraciones de ozono en la estratósfera solar, el equipo de investigación británico con base en la Antártida comenzó a obtener ciertos datos. Así, en la primavera de 1982, Joe Farman y su equipo de Halley Bay descubrieron una anomalía: un agujero en la capa de ozono. Las concentraciones de O3 en la atmósfera sobre sus cabezas había descendido muy por debajo de lo normal. Primero creyeron que sus viejos instrumentos estaban funcionando mal.

Por esos años, el satélite meteorológico Nimbus 7 estudiaba la atmósfera utilizando el espectómetro de ozono (o TOMS) y un instrumento que mide la luz ultravioleta que es devuelta al espacio, el SBUV. Los instrumentos deberían haber detectado la caída de las concentraciones de ozono que Farman estaba midiendo en la Antártida; en su lugar medían hasta el umbral de las 200 Unidades Dobson (UD), y todos los datos por debajo de esta marca no eran procesados. Tiempo después, Farman volvió a la carga con nuevos instrumentos. En 1985 las medidas eran tan bajas que el problema ya no podía adjudicarse a los instrumentos. Para 1987, los valores demostraban la destrucción del 50% del ozono sobre la Antártida en los meses de agosto y setiembre.

Ese adelgazamiento en la estratosfera es lo que se llamó agujero de ozono. El ozono comenzaba su recuperación en noviembre, pero la disminución se hacía notar año tras año, nunca recuperando los niveles de 1970 (300 UD). En 1987 se llegó a tener 125 UD, y en 1998 tan sólo 100 UD. Con los datos de los satélites y de las bases científicas en tierra, la NASA empezó a publicar imágenes del agujero que tanto fascinaron como asustaron a la población mundial. Imágenes digitales mostraban el espeluznante espectáculo del "agujero" cubriendo la totalidad del continente helado: era una profundidad del tamaño del Everest y tan extenso como los EE.UU.






LOS VILLANOS DEL CUENTO. Entran los malos de la historia. Los CFCs (o Clorofluorcarbonos, o freones) son gases inertes, descubiertos en la década del treinta por Thomas Midgley, quien además tiene el honor de haber inventado la nafta con plomo. Los CFCs poseen la valiosa propiedad de no reaccionar con otros gases, algo que fue aprovechado por diversas industrias como la química y la de refrigeración. Fue así que de los sesentas en adelante apareció el boom de los "sprays" o aerosoles, pinturas y desodorantes, presentados de manera novedosa. El problema surgió cuando aquellos científicos británicos en la Antártida, que venían midiendo el ozono, midieron también un incremento en la atmósfera de los CFCs. Se preguntaron si había alguna relación entre el aumento de los CFCs y la disminución del ozono. La pista se hallaba en que durante las condiciones de bajísimas temperaturas del invierno antártico se producen reacciones químicas entre el cloro que contiene la molécula CFC y el ozono. Otro factor era de tipo dinámico: cambios en la circulación del aire en la atmósfera del Hemisferio Sur, relacionados con el cambio climático, producen cada invierno un vórtice que no permite que el aire expuesto al frío y a la oscuridad sobre la Antártida se mezcle con el aire más caliente de latitudes menores. El vórtice está formado por una barrera de vientos que circulan en torno al continente, aislando el aire frío. Justamente cuando surge el episodio "agujero de ozono" en cada primavera, sus límites llegan hasta el vórtice. Sin embargo, se han detectado pequeños miniagujeros que escapan de la región polar. Cada agujero dura pocos días y luego desaparece. Incluso a fines de los noventas se detectó el pasaje de un miniagujero sobre territorio uruguayo.





¿Pero cómo el cloro de los CFCs destruye al ozono? Los CFCs liberados a la atmósfera por la actividad humana, suben lentamente hasta la estratosfera, encima de los 10 km. de altura, donde la radiación ultravioleta proveniente del sol los destruye, quedando libres los átomos de cloro. El cloro liberado captura un átomo de la molécula de ozono (O3). De esta reacción química surgen una molécula de oxígeno (O2) y una molécula de monóxido de cloro. A su vez, por medio de otras reacciones químicas, el cloro puede ser liberado nuevamente y, actuando como un pacman, puede llegar a destruir 100.000 moléculas de O3 y al final del proceso recomenzar.

Este proceso se detiene cuando el átomo de cloro reacciona con otro cloro. Si tenemos en cuenta que los CFCs (o freones) utilizados en la industria tienen una vida promedio de cien años, podemos comprender la gravedad del fenómeno. Porque aunque se reconozca que el vórtice circumpolar formado en el invierno en torno a la Antártida obedece a un cambio dinámico en la circulación del Hemisferio (el que permite que se produzcan las reacciones químicas que destruyen el ozono cuando esa zona de la atmósfera comienza a recibir luz solar), no debe perderse de vista que esto no hubiera ocurrido sin la enorme cantidad de cloro liberado por la actividad humana con la evacuación de los CFCs a la atmósfera.
Consultado sobre el tema, el meteorólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Lic. Mario Caffera insistió en el problema central de la agresión a la capa de ozono: "Cuando hablamos de la disminución, hablamos en su conjunto. Que el agujero de ozono, sea más grande o más chico, va a tener una importancia relativa frente al proceso de disminución continua. Y eso es lo grave, y es lo que se pretendió atacar con el protocolo de Montreal en 1987. Y no alcanza. Porque la atmósfera responde mucho más lentamente. Ahora hay propelentes de aerosoles que no afectan la capa de ozono, pero como aquellos eran efectivos atacando la capa de ozono, estos son muy efectivos en abrigar la atmósfera. Son los gases de invernadero, que tienen de 5.000 a 50.000 veces el poder de absorción del infrarrojo que el anhídrido carbónico. La atmósfera va a poder calentarse a un ritmo más grande. Son todos una serie de problemas que precisan nuevas soluciones. Son a la vez desafíos ecológicos y tecnológicos a problemas nuevos que surgen constantemente".





EN URUGUAY. Estamos de acuerdo en que el fenómeno del agujero de ozono es grave, en que es un episodio atmosférico que tiene lugar sólo en primavera y en que el ozono destruido es recuperado cuando el vórtice circumpolar desaparece y el aire rico en ozono de latitudes menores ingresa a la Antártida, mezclándose con el aire empobrecido. Lo que ocurre es que el fenómeno principal es la disminución del ozono en toda la atmósfera, perjudicando la vida terrestre. El ozono limita el pasaje de rayos ultravioletas, pero si aquél disminuye, los rayos tienen más posibilidades de alcanzar la superficie y dañar la vida.

Un imperativo es detener la fabricación de los gases que dañan la capa de ozono y evitar el consumo de aquellos productos que tengan estos gases dentro de sus componentes (como los aerosoles), o bien hayan sido utilizados en el proceso de fabricación (como los colchones de espuma).


Para detener la producción de CFCs en el mundo, en 1987 se firmó en Montreal, Canadá, un protocolo en el que 23 países se comprometieron a disminuir la producción de CFCs a la mitad para el año 1999. Uruguay, que es firmante del tratado, ha logrado en pocos años reducir el consumo de sustancias agotadoras de la capa de ozono. En 1996, el consumo había descendido en un 45% con respecto a su año base, tres años atrás. El Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, asistido por el Fondo Multilateral del Protocolo de Montreal (organización que funciona en la órbita de las Naciones Unidas), llevó adelante una serie de medidas. Se creó el Sello del Ozono, desarrollado por el LATU, para los productos que no utilizaran CFCs en sus ingredientes ni en su producción. Además, se definieron las normas de control de la utilización en la industria de estas sustancias y una campaña de sensibilización de la población. La parte más importante del proyecto era la reconversión de las industrias que utilizaban CFCs en sus procesos industriales.






Para ello se detectó cuáles eran las Sustancias Agotadoras del Ozono (SAO) más usadas por la industria y se determinó que éstas eran el CFC-12, utilizado en la manufactura y el servicio de refrigeración, y el CFC-11, fundamental en la producción de espumas de poliuretano rígido y flexible, o polifón. Inmediatamente se entablaron contactos con estas empresas a fin de coordinar el pasaje a una tecnología no contaminante. Según información suministrada por el MVOTMA, el 99% de los CFCs que se utilizan actualmente en la industria uruguaya pertenece al rubro de la refrigeración (heladeras, aire acondicionado, cámaras frigoríficas), y, al no producirse en el país, todos los CFCs utilizados por esta industria son importados. Por ese motivo, hace algunos años las heladeras nuevas traían un adhesivo con la leyenda: "50% ecológico", aludiendo a que no tenía CFCs, o por lo menos que los traían reducidos a la mitad. El problema del "gas de heladera" son las pérdidas que se producen cuando el electrodoméstico se rompe o cuando es abandonada: inevitablemente el gas se escapará a la atmósfera. Si el ciudadano-consumidor pretende colaborar en que las empresas de refrigeración no usen más los CFCs en sus productos, deberá preguntar directamente a vendedores y proveedores si el gas que carga la heladera o el sistema de refrigeración contiene gases que destruyen la capa de ozono.
Algunas empresas ya poseen equipos a la venta con otros refrigerantes (el R-134) que no dañan la capa de ozono, y el consumidor puede optar por ellos. A nivel mundial ya se utiliza el amoníaco (NH3) como refrigerante, con la ventaja de, en caso de fuga, ser detectado fácilmente por su olor, en contraposición de otro refrigerante sustituto de los CFCs, los HCFCs o hidroclorofluorocarbonos. El grave problema de estos gases es su alta toxicidad y su falta de olor, además de ser un eficaz gas de invernadero. En Uruguay el MVOTMA ha realizado en los últimos años jornadas de capacitación a mecánicos del sector de refrigeración, en las tareas de recuperación y reciclaje de los CFCs. Por otra parte, la industria química mundial dio el ejemplo cuando sustituyó los CFCs de sus aerosoles por otros inofensivos para el ozono. En ello tuvo su responsabilidad la presión del consumidor y de la opinión pública, así como la red internacional de grupos ecologistas, y lo mismo ha ocurrido con los fabricantes de colchones y de extinguidores, estos últimos por utilizar unos gases llamados Halones que intervenían en el ciclo de destrucción del ozono. Las campañas de concientización realizadas por el Ministerio han proliferado, a través de folletos que informan sobre la problemática y aconsejan vías para proteger la salud, sobre todo en los meses de mayor radiación de UV.


Ultravioletas

LA VIDA, incluida la humana, es sensible a la radiación ultravioleta. La banda de radiación solar entre los 290 y los 320 nanómetros es conocida como radiación UV-B. Es justo la parte del espectro donde el ozono de la estratosfera tiene que hacer su trabajo de absorber los ultravioletas. Pero no toda la radiación es detenida. Una pequeña parte alcanza el suelo. La radiación por debajo de los 290 nm, que hoy día es absorbida por el ozono, puede destruir los ácidos nucleicos de las células (ADN y ARN). Estos son los UV-C.






¿Qué pasaría si esta mortal radiación comenzara a llegar al suelo? La respuesta la encontramos si estudiamos los efectos que producen los UV-B. Estos ultravioletas producen quemaduras de piel, incluso pueden llegar a desarrollar cáncer de piel, el más peligroso es el melanoma maligno.

Otros problemas que trae a la salud la exposición a los UV son cataratas, lesiones de retina y córnea del ojo, así como la disminución de la actividad del sistema inmunológico. Es claro que el aumento de casos de cáncer de piel en los últimos treinta años también responde a otros factores, no sólo a la disminución del ozono de la estratosfera. Factores como la moda y las vacaciones en la playa han expuesto nuestra piel al sol más que en otras épocas.

Por ello es aconsejable que si se tiene que trabajar expuesto al sol o se está en la playa en los meses de mayor radiación solar ultravioleta (de octubre a marzo), se trate de proteger la piel cubriéndola o utilizando cremas con filtro solar. O simplemente no exponerse entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde a la radiación solar. A pesar de que la capa de ozono se ha reducido en porcentajes leves sobre estas latitudes, aumenta cada año la permeabilidad de ésta a los UV, lo que exige un mayor cuidado de nuestra salud. *


Un estudio local

URUGUAY TIENE dos observatorios de ozono estratosférico. Uno en Salto, en la estación meteorológica de Nueva Hespérides, de la Dirección Nacional de Meteorología, en convenio con la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Se está midiendo el ozono estratosférico desde 1996. Por otro lado la Fuerza Aérea tiene un programa de medición de ozono en la Base Artigas en la Antártida. El profesor Mario Cafera, que estudia la evolución del proceso de debilitamiento de la capa de ozono de la Facultad de Ciencias explicó que este emprendimiento es todo un desafío. Utilizando para su tarea costosos equipos, estos científicos deben tomar mediciones todos los días que el tiempo lo permita. Cafera explica que "estos datos van a servir en la red mundial, y van a tener significación a lo largo de los años. Esto demuestra que Uruguay está tratando de integrarse a la Ciencia Global, y lo hace en estas circunstancias socioeconómicas que nos toca vivir. Esto exige una gran responsabilidad. Los otros países del Cono Sur han dispuesto más fondos, pues tienen una visión más de futuro, de que la ciencia puede aportar adelantos tecnológicos, que pueden aportar a la producción y a la captación de divisas, y al mejoramiento del nivel de vida de la población." El observatorio de Salto llegó a detectar episodios de mínimos relativos de ozono estratosférico sobre el país. Esto coincidía con eventos de convexión muy fuerte (cuando el aire caliente asciende), de manera que las nubes podían en su crecimiento vertical inyectar aire troposférico, y por lo tanto muy pobre en ozono, sobre la parte baja de la estratósfera. Según Cafera este fenómeno se debía a grandes tormentas de verano. "Incluso se daba en Salto y en la costa no, y coincidía que los cúmulonimbos estaban en Salto y en la costa no."




* Nota: El autor agradece el asesoramiento del meteorólogo Lic. Mario Caffera, Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y de la Ingeniera Química Mirian Vega, del MVOTMA.

Copyright © EL PAIS S.A. 1918-2009


Acá publico el link para leer la entrevista a Mario Caffera tal como la publicamos en el webzine EL Cráneo.

elcraneo.8m.com

domingo, 2 de agosto de 2009

VAGÓN – ESTADOS ALTERADOS



El viernes 24 de julio el grupo El pasaje, formado por Renzo Vayra, Daniel Pereyra y Roberto Poy presentó un nuevo número de la revista Vagón, en la galería de arte contemporáneo Marte Upmarket en la Ciudad Vieja.




Fue una reunión sencilla y muy alegre, donde los amigos nos acercamos a saludar al trío que con gran esfuerzo lanzan por segundo año consecutivo esta revista de historieta e ilustración.




El lugar fue el adecuado para presentar la revista, ya que en la galería se estaba exhibiendo una muestra de arte callejero, con mucha expresividad y colorido.

El vínculo a la galería es: http://marteupmarket.blogspot.com/





Vagón es puesto en marcha por Poy, Pereyra y Vayra, y en cada oportunidad invitan a varias personas a acompañarlos en el viaje.
En este número colaboraron Aldo Pérez, Jorge Mato, Verónica Vázquez, Elbio Arismendi y Ángel Lorenzo.

En El Durmiente, librillo que acompaña en cada edición a la revista, colaboran Santiago Olivera, Guillermo Fernández, Martín Barreto, Juan Spazandin, Juan A. Italiano y quien escribe.

En las cartas que también integran los satélites de obsequios de la revista, colabora Diego de los Campos.
También hay apariciones del pintor Kupka y del historietista Shelton.

Un abrazo y arriba.