El taller de Jar II (Segunda época)

sábado, 20 de febrero de 2010

Yo también soy América

  



La primera vez que leí sobre Langston Hughes fue en un artículo de un diario  de Orense, España, en que hablaba de que este poeta estadounidense había estado en Madrid en 1937 durante el sitio del ejército franquista a la ciudad.
A partir de ahí me puse a investigar en la Biblioteca Nacional y encontré un libro maravilloso, I Wonder as I Wander, que en la edición en español se titula Yo viajo por un mundo encantado.
En él cuenta como se enroló como marinero en un carguero y como recaló en distintos puertos de África, donde los negros africanos que él consideraba sus hermanos,  lo trataron como un hombre blanco.
También relata su estadía en la ya terriblemente pobre Haití, en donde él y su amigo que estaban en un pueblito de la costa, eran los únicos que tenían zapatos, su pasaje por Cuba y el viaje que junto al poeta cubano Nicolás Guillén hicieron a la República Española, asediada por el fascismo. El resto del libro describe su viaje por la URSS estalinista de fines de los años treinta.
De ese libro saqué información para escribir este artículo.
Langston Hughes fue un gran poeta y un activo defensor de los derechos de los afroamericanos. Vale la pena leerlo.




 
País Cultural



Viernes 18.02.2005
Montevideo, Uruguay




LANGSTON HUGHES (1902-1967)



"Yo también soy América"







Daniel Veloso





JAMES LANGSTON HUGHES nació en 1902, en Joplin, Missouri, al sur de Estados Unidos, el mismo año en que nacieron Rafael Alberti y Nicolás Guillén. Tuvo una infancia solitaria. "Vivía con mi abuela y me sentía muy solo y triste. Fue entonces cuando recurrí a la lectura y empecé a creer en los libros...", recordó. Su padre, figura complicada para el joven Langston, abandonó el hogar para irse a México. No se consideraba negro, y despreciaba a aquellos de su mismo color. Años después lo llevó con él. En México el poeta adolescente aprendió español, fue al teatro, donde presenció obras de Margarita Xirgu, y a las corridas de toros de las que se volvería aficionado.





Le pidió a su padre que lo enviara a estudiar a Nueva York, a la Universidad de Columbia. Eligió estudiar allí para estar cerca de su gente y de Harlem. Durante los años veinte, este barrio de Manhattan estaba en plena ebullición creativa. Escritores y músicos negros de varias regiones del país habían elegido esta ciudad para vivir. Era en Harlem y en sus clubes nocturnos donde se reunían. Langston compartía la idea de que la gente negra debía defenderse de la marginación que le imponía la sociedad mayoritariamente blanca, y desarrollarse como cultura independiente. Tenían su forma de hablar y de expresarse, habían inventado el jazz. La poesía de Hughes se expresaba en esos términos. El joven poeta fue recibido con alegría por sus pares en la "Metrópoli Negra".








Ya afincado, escribió poesía, cuentos y obras de teatro. Frecuentaba todas las noches los clubes y teatros. Incluso se dice que conoció a Federico García Lorca cuando éste visitó Nueva York en 1930, ya que lo llevaron a visitar estos escenarios.

Pero no todo era poesía. Los problemas de dinero lo acuciaban, así que consiguió trabajo de mozo en un barco mercante que lo llevó rumbo a Africa. Allí advirtió que él no era tan negro como hubiera querido. Para los africanos era un hombre blanco más. Descubrió que para unir a sus pueblos habría que superar problemas mayores que el mar que estaba de por medio. Años después viajó a Cuba, donde conoció a su compadre Nicolás Guillén, muy conocido por Sóngoro Cosongo, poemario en que utiliza el lenguaje de la población afrocubana de la isla. Cuando en 1937 la República Española, asediada, pidió apoyo a los escritores del mundo, Hughes y Guillén navegaron juntos hacia España.








MADRID 1937. El viejo ómnibus avanzaba veloz por la carretera polvorienta. El cielo despejado irradiaba todo el calor del campo en verano. A ambos lados del camino, se veían los cráteres de los obuses, huellas de los intentos por cerrar el cerco sobre la capital. Apretados en ese ómnibus viajaban los dos hombres negros. Nicolás Guillén, liviano de equipaje, llevaba el son del Caribe; Langston Hughes traía una valija llena de discos de jazz. La República Española, agredida por la sublevación de sectores reaccionarios, había convocado a escritores de todo el mundo en busca de apoyo. Plumas contra balas, tal era la propuesta de los viajeros.

La noche había caído cuando los dos poetas llegaron a Madrid, que permanecía a oscuras, buscando evitar delatarse como blanco para la aviación enemiga. Se hospedaron en la Alianza de Intelectuales, presidida por el escritor católico José Bergamín, y dirigida por el poeta Rafael Alberti y su esposa María Teresa León. El caserón estaba sobre una colina, presentando un buen blanco para la artillería franquista.


Federico García Lorca, María Teresa León y Rafael Alberti en 1934.




Ingenuamente Hughes aceptó uno de los mejores cuartos con vista a las afueras. "Los escritores españoles pensaban que todos los norteamericanos nos parecíamos a Ernest Hemingway y creían que nos gustaba vivir frente a las armas", escribió medio en broma. Su amigo, el poeta cubano Nicolás Guillén fue mucho más astuto y eligió una habitación de servicio, en medio de la casa. Todos los días cañoneaban la ciudad, sobre todo los barrios más pobres. Una madrugada el cañoneo fue especialmente violento. María Teresa León dirigió a todos hasta el pabellón de recreo, que estaba protegido por un edificio vecino. Para soportar la tensión, acostumbraban poner música clásica, hasta que llegó Langston con su valija mágica llena de discos de Benny Goodman y Duke Ellington. Se jactaba de que la potencia y el volumen de sus discos "ahogaban mejor las detonaciones de las granadas de Franco que estallaban afuera en las calles".






Los bombardeos diurnos sobre Madrid eran cosa de todos los días. Cuenta que cuando llegó, "el pueblo de Madrid, que ya había vivido un año bajo el fuego, había vencido el terror. La mayoría de los bombardeos eran tratados como chaparrones, y la gente cruzaba sencillamente al lado de la calle opuesto a aquel hacia el cual disparaban los cañones..., como cuando la lluvia cae oblicuamente y la vereda de enfrente ofrece un refugio más seco".

Algunos edificios eran blancos habituales. Uno de ellos era el Hotel Florida, donde se hospedaba Ernest Hemingway: "hasta ese momento unos veinte proyectiles de artillería habían atravesado las paredes". Langston admiraba a los madrileños por su capacidad de seguir riendo pese al frío, al hambre y la muerte. En su estadía conoció a muchos escritores importantes. En el viaje de París a Barcelona pudo hablar con Pablo Neruda, con André Malraux y con Louis Aragon entre muchos otros. Junto a Alberti y a Manuel Altolaguirre tradujo al inglés el Romancero Gitano de Federico García Lorca. "Habían conocido intimamente a Lorca, y todavía sufrían por su fusilamiento", escribió.

Otro visitante que el poeta negro tuvo el privilegio de conocer fue Miguel Hernández. Vino de visita desde Valencia, y se quedó una semana en Madrid, según cuenta Pablo Neruda, porque él mismo se lo pidió. Hughes describe al poeta, ex pastor de ovejas, como un joven con "zapatones de campesino", aunque no consiguió entablar amistad con él.










LUCHA POR LA IDENTIDAD. Hughes también había ido a España como corresponsal del diario Afro-american. Su intención era informar sobre la situación de los afronorteamericanos integrantes de las brigadas internacionales desplegadas en el frente. No eran muchos, quizá llegaban a cien, pero algunos se habían destacado por su trabajo y su valor. Hughes los conoció como soldados y oficiales de las brigadas internacionales, pero también como cocineros y enfermeros. Su preocupación central era difundir y potenciar la identidad de ser negro.




En Estados Unidos la resistencia a que la población negra obtuviera realmente igualdad de derechos era bastante dura. En ese entonces el Ku-Klux-Klan mataba impunemente a varias personas al año y los tribunales aplicaban leyes anteriores a la abolición de la esclavitud para encarcelar manifestantes. En su poema "El negro" se aprecian sus reivindicaciones: "Llevé desde Africa hasta Georgia mis canciones/ Yo inventé el Jazz/ (.) / Los belgas me cortaron las manos en El Congo/ y ellos me linchan hoy en Texas". En otro poema, "Yo también", hace hincapié en la condición del negro, hombre libre y con los mismos derechos que el blanco: "Mañana/ me sentaré a la mesa/ cuando lleguen las visitas/ Nadie se atreverá a decirme: / "Vete a comer a la cocina"/ Entonces/ Además/ Verán cuán hermoso soy/ y se avergonzarán./ Yo también soy América".





DESPEDIDA. Nicolás Guillén subió una tarde a su cuarto expuesto a los obuses, a decirle que ya era suficiente, que debían irse. Cuando la mayoría de los visitantes hacían "turismo de guerra" por Madrid, ellos se habían quedado cinco meses. El invierno estaba cerca, y el poeta cubano extrañaba el Caribe. La última noche en la ciudad, Langston no durmió y tampoco hizo las valijas. Ernest Hemingway y otros periodistas le ofrecieron una "fiestita de despedida" en un hotel. Al regreso, cuando fue a empacar, notó que su equipaje había aumentado al triple. Sus amigos escritores le habían regalado libros con dedicatorias y un torero le había obsequiado unas banderillas. En eso apareció Guillén desesperado. Iban a perder el único ómnibus a Valencia. Liviano de equipaje, el poeta cargó las valijas de su amigo, una vez más, y se fueron de la ciudad bombardeada.




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