País Cultural
Viernes 8.11.2005
Montevideo, Uruguay
Eliseo Reclus
Un geógrafo en Sudamérica
Daniel Veloso
AL IGUAL que Humboldt, el geógrafo Eliseo Reclus se maravilló de la originalidad de la naturaleza y de los pueblos de Sudamérica, describiéndola como una región donde hombres venidos de todas partes junto a criollos e indígenas crearían un mundo mejor.
"En 1855, un proyecto de exploración agrícola, y sobre todo mi amor a viajar, me indujo a visitar Nueva Granada. Después de una estancia de dos años en este país, volví sin haber podido realizar mis proyectos de colonización y de exploración geográfica; sin embargo, a pesar de mi fracaso me considero feliz por haber recorrido tan admirable comarca, una de las menos exploradas de la América del Sur". Así comienza el geógrafo francés el prólogo de su libro Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, libro en que narra sus aventuras en la Colombia caribeña. Su viaje de exploración a esta sierra de altas montañas se convertirá en una dura prueba para su físico, obligado a atravesar playas desiertas con cocodrilos en sus orillas, hasta llegar a las poblaciones de indígenas con las que este gran humanista vivirá varios meses.
Jean-Jacques Elisée Reclus, nacido en Gironde, sur de Francia, en 1830, fue uno de los primeros geógrafos modernos. Su padre, pastor protestante, le envía a estudiar a la universidad en Alemania. Es una época de ebullición intelectual. Faltan pocos años para que Charles Darwin publique su libro El Origen de las especies (1859). Reclus, influenciado por sus estudios teológicos, abrazará la corriente anarquista como movimiento filosófico y político. Perseguido por el régimen de Napoleón III, debe salir de Francia. Su huida lo llevará a un intenso viaje de aprendizaje por Irlanda, Estados Unidos y Colombia a lo largo de seis años.
VIAJE A LA SIERRA NEVADA. Hacía más de un año que el joven geógrafo vivía en Nueva Granada, la actual Colombia, cuando se sintió listo para emprender la búsqueda de tierras aptas para organizar una comunidad agrícola. Pensaba comenzarla con muy poco dinero, algunas herramientas y con la esperanza de que los indígenas de la sierra le ayudaran. Como todo soñador no escogió tierras cercanas a la región de Riohacha, donde se encontraba, sino que decidió ir más lejos, a través de un territorio casi inexplorado. Llevó consigo un muchacho nativo, un viejo carpintero francés, un burro y dos perros. La única vía era la de playas desiertas, interrumpidas por promontorios que llegaban al mar, o por arroyos de peligrosas desembocaduras, que hacían que el viajero llevara el valioso equipaje sobre la cabeza y el agua al cuello. A este peligro se le añadían los cocodrilos, que flotaban como troncos entre las olas. A mitad del viaje, tuvieron que cruzar un arroyo de gran desembocadura. Lentamente cruzaron al burro, y después al equipaje y a los perros. Asustados, golpeaban el agua con los machetes. "Al fin logramos llegar sin contrariedad alguna a la otra ribera; pero algunos minutos después, en el paso de un pequeño lago en el cual creímos inútil ponernos a la defensiva, uno de nuestros perros fue repentinamente atrapado por un cocodrilo, dio un débil grito, y desapareció en el agua con su raptor".
El medio, lentamente, se oponía a los esfuerzos de Reclus. Cuando caía la noche, eran atacados por enjambres de mosquitos. Tantas alimañas acosaban a los habitantes de esas tierras, que tornaba imposible todo intento de colonización. Las garrapatas aniquilaban al ganado y los mosquitos a los humanos. En estas condiciones encontró a los indios aruacos. Al llegar, tras haber tenido que subir y bajar a través de la serranía húmeda, los indígenas esperaron los regalos de rigor, pero como Reclus se había negado a llevarles aguardiente, aquellos se molestaron. "Como pretendía representar el papel civilizador, rehusé llevarles esta bebida funesta", escribiría. Los indios obtenían el alcohol de los comerciantes inescrupulosos, que les cobraban hasta ocho o diez veces su valor.
Pese a las peripecias sufridas, el geógrafo halla su paraíso. Un hermoso valle de montaña, cubierto por una densa vegetación y un río que rugía en su centro. Al fondo, cada mañana, ve los picos nevados de la Sierra de Santa Marta, que tantas veces sirvió de guía a los primeros exploradores del Caribe. Al poco tiempo enferma, permaneciendo durante días en el suelo de una choza. Sin poder ayudar, el trabajo de desmonte fue lento para ir decayendo. Derrotado y afiebrado tuvo que abandonar la sierra. Aquel sueño de Reclus de poblar con colonos esa región indómita de Santa Marta, continúa inconcluso. Actualmente se desarrolla un complejo conflicto entre el gobierno colombiano, el narcotráfico y la guerrilla, en donde esos mismos índigenas que quiso ayudar son las principales víctimas. En su libro escribe unas líneas, que han hecho del geógrafo un personaje muy querido en Colombia: "Algunos meses después estaba en Europa. Cuando regresé a mi verdadera patria, parecióme que mis pies hollaban tierra extranjera".
HISTORIA DE UN ARROYO. Eliseo regresa a Francia en 1857, enfermo y empobrecido, repatriado por su hermano Elías, quien paga el pasaje. Recuperado, se encarga de las guías de viajero "Guide Joanne", imprimiéndoles su estilo cálido y ameno. Escribe Historia de un arroyo, donde lleva al lector a través del ciclo del agua, desde la cima de una montaña, donde nace el manantial, descendiendo río abajo hasta el mar. "La historia de un arroyo, hasta la del más pequeño que nace y se pierde entre el musgo, es la historia del infinito", escribió. El Arroyo lo publicará la casa Hetzel, editora también de las novelas de su contemporáneo Julio Verne, con el que se conoció. El escritor fantástico utilizaba los libros del geógrafo para dotar de mayor realismo los escenarios de sus novelas. Por esos años se publica en Colombia el libro Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta.
Corría el año 1871 y las potencias imperialistas se enfrentan entre sí por el control del mundo: estalla la guerra Franco-Prusiana. Tras una rápida victoria en Sedán, los prusianos sitian París. En la ciudad sitiada se inicia una revolución más conocida como La Comuna. Eliseo se alista como soldado común. Insatisfecho se pasa a la increíble sección aeronáutica que dirigía su amigo Nadar, pionero de la fotografía y de los viajes en globo. Todos los días subía a los globos con peligro de ser derribado por los disparos del ejército enemigo. Cuando cae la ciudad es capturado y encarcelado. Se salva de ser fusilado en las calles como tantos miles, pero se lo condena a una prisión en las colonias. Charles Darwin junto a otras personalidades inglesas, dirige una petición para que se libere a Reclus. En la carta expresa que el sabio no pertenece sólo a Francia sino al mundo entero. La carta tiene su efecto, y sólo se lo destierra. Reclus pasa con su familia a Italia. Allí publica Fenómenos terrestres en edición popular haciendo accesible su obra para el público.
Las ediciones parisinas eran lujosas y carísimas, y para Eliseo lo que contaba era la difusión de la ciencia. Editará La Geografía Universal de 21 volúmenes, obra monumental en la que trató de exponer el mundo desde una visión más humana, y no desde el exotismo. En una época en que la visión etnocéntrica de los europeos legitimizaba la colonización del mundo "primitivo" con ejércitos y misioneros, el punto de vista de Reclus era adelantado. Eliseo escribió que pensadores como él son perseguidos "no porque no tengamos razón, sino porque la tenemos demasiado pronto". En la introducción a Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, opina con tremenda simpatía sobre el continente sudamericano. Explica que sus pueblos están formados por la convergencia de los blancos de Europa, los negros de África y los indios de América, llamándolos "representantes de la humanidad, en ellos reconciliada". Ataca a "los que hablan con desprecio de la América Latina, no viendo en ella más que una presa de la invasión anglosajona".
Eliseo Reclus, personaje universal como pocos, similar a Humboldt, al cual admiraba, creía firmemente en que en los pueblos de Sudamérica estaría la llave para el desarrollo de un mundo mejor. Es parte de su utopía: "para un nuevo estado social es preciso un continente virgen". Eliseo Reclus morirá en 1905, el mismo año que su amigo y también visionario, Julio Verne.
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