Mayo de 2014
“Luce Fabbri me abrió a muchas cosas, no sólo al anarquismo que fue en un primer momento. Yo la busqué por ser anarquista y mujer”.
Foucault, anarquismo y feminismo
Daniel Veloso
Margareth Rago, historiadora brasileña de la Universidad de San Pablo, es la autora de “Entre la historia y la libertad: Luce Fabbri y el anarquismo contemporáneo”, editado en 2002 por Editorial Nordan-Comunidad. Allí, Rago introduce al lector en la vida de Luce Fabbri de Cressatti, historiadora, escritora y pensadora anarquista. En agosto de 2013 Rago estuvo en Uruguay en un homenaje que se le tributara a Luce Fabbri, realizado en la fundación Vivian Trias.
Luce Fabbri, nacida en Italia en 1908, tuvo que huír junto a su familia del régimen fascista de Benito Mussolini, radicándose en Uruguay en 1929. Su padre, Luigi Fabbri, quien murió en Montevideo en 1935, fue uno de los más importantes pensadores anarquistas de su época. En Uruguay Luce se dedicó a la enseñanza, ocupando hasta 1991 la Cátedra de Literatura Italiana en la Universidad de la República. De incesante producción intelectual, publicó varios libros, dirigió la revista Studi Sociali desde 1935 a 1945, escribió decenas de artículos y fue fundadora de la revista Opción Libertaria con la que colaboró hasta su fallecimiento en el año 2000.
Para escribir su libro, Margaret Rago frecuentó a Luce Fabbri durante cinco años. De esa convivencia no sólo surgió una historia de vida, lucha y sacrificio, sino también una gran amistad entre ambas mujeres.
Margareth Rago es historiadora de raíz foucaultiana y ha escrito varios libros inspirados en las ideas del filósofo francés, que abordan temas como la historia de la prostitución en la ciudad de San Pablo, el movimiento feminista o las mujeres anarquistas.
Anarquista y mujer.
-¿Cómo conoció a Luce Fabbri y por qué como historiadora eligió estudiar a las mujeres anarquistas?
- Conocí a Luce en 1992 en Brasil, en un evento que se llamaba Pensamiento libertario internacional, en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, una universidad con una historia de resistencia política muy fuerte a la dictadura militar. En ese evento había gente de Uruguay, Argentina, Francia, Italia, España y Estados Unidos. Fui invitada a hablar en una mesa de mujeres anarquistas. No había muchos historiadores investigando las mujeres en el anarquismo en ese momento y no sé si hay muchos ahora. Hacía poco que había terminado mi tesis de doctorado sobre la prostitución en San Pablo a fines del siglo XIX y comienzos del XX (Prostituição e códigos da sexualidade feminina em São Paulo, 1890-1930, Paz e Terra, 1991). Pero antes para la maestría ya había escrito un libro sobre la formación del proletariado en Brasil. Estudiándolo descubrí la importancia de los anarquistas en dicho proceso. También me di cuenta de que en gran parte el proletariado estaba conformado por mujeres, que trabajaban en pequeñas fábricas textiles, de fósforos, de velas. Estas empleaban una cantidad enorme de mujeres y niños y yo estaba muy espantada con ello. Pensaba cómo era posible que todos los libros que hablaban del proletariado lo describían como integrado por hombres rudos y con mostacho y nunca hablaban de la presencia femenina. En verdad, cuando hay mujeres los problemas que se plantean en una investigación son muy diferentes. Para los hombres en general, hasta hoy, los problemas se mantienen en si trabaja o no; si es vagabundo o trabajador. Pero para las mujeres la cuestión es si es una mujer casta y digna o si es una prostituta. Entonces cuando se habla de la mujer uno se encuentra con la cuestión de la moral sexual. Fue así que decidí estudiar la formación del proletariado considerando esta cuestión de género.
En esos años no se hablaba de género: eso era al principio de la década de 1980 y el género entró en la década de 1990, pero la cuestión de la diferencia fue planteada por mucha gente. Por eso me dije que si iba a hablar de mujeres también tenía que hablar de sexualidad y de otras dimensiones como la prostitución.
-¿Ahí fue que tomó contacto con la historia de los anarquistas?
-Sí, cuando comencé a estudiar la prensa anarquista de principios de siglo XX, lo que me llamó la atención era que no solamente hablaban de huelga, de boicot, de sabotaje y de luchas obreras; los diarios anarquistas traían al lado de esas cuestiones, notas que hablaban sobre el amor libre, el placer sexual, el matrimonio o la maternidad voluntaria. Me sorprendí porque no conocía la prensa anarquista, nunca la había leído. Es más, antes no había esa disponibilidad porque ese archivo nació a mediados de la década del setenta en la Universidad Estatal de Campinas, donde yo hacía mi posgrado.
Entonces escribí ese trabajo sobre la formación de los obreros pero con un énfasis grande en las mujeres y los niños, y me decidí entonces a estudiar ese tema sobre la moral sexual. Allí comencé a escribir la historia de la prostitución en San Pablo.
Cuando comencé mi investigación pensaba que quería hacer la historia del feminismo, considerando también el anarquismo y a las anarquistas feministas. Por supuesto que estaban las feministas liberales de fines del siglo XIX, de clase media, que son las más conocidas, pero también existieron las feministas anarquistas, las socialistas y más adelante las comunistas.
Entrevisté entonces a unas anarquistas pero el anarquismo en Brasil no fue de la misma proporción que en el Río de la Plata. No tuvo el mismo impacto. Errico Malatesta no estuvo en Brasil, estuvo en Argentina, y otros como Luigi Fabbri, el padre de Luce, estuvo en Uruguay. Entonces me pareció que las mujeres habían estado en el movimiento porque sus maridos y padres lo estaban. Pero esos testimonios no tenían la misma fuerza que aquí y yo estaba insatisfecha.
Luce Fabbri y su amigo Aldo Venturini, durante un viaje a Italia en 1987.
El descubrimiento de Luce.
-¿En ese punto es cuando conoce a Luce Fabbri?
-Sí, ahí es cuando me invitan al evento en la PUC de San Pablo, en 1992, para que integrara una mesa redonda sobre las mujeres anarquistas. Cuando estaba hablando, había entre el público una señora de ochenta y cuatro años que asentía lo que yo iba diciendo. Era Luce Fabbri que me estaba escuchando, pero yo no lo sabía. Cuando terminamos la charla unos amigos me dijeron: “aquella es Luce Fabbri ¿No la conoces? Es una anarquista de Uruguay”. Qué vergüenza que sentí. Me acerqué hasta Luce y le dije que yo debería estar escuchándola a ella y no al revés, y ella me dijo “No, cómo no”. Fue así que pensé que por fin había encontrado una persona con la fuerza que quería, que valiese el esfuerzo y la investigación. Después de unos días fui a cenar con la delegación de uruguayos, entre los que estaba Ruben Prieto, de la Comunidad del Sur*, y le pregunté a Luce si podía escribir su biografía. Luce me dijo: “No, yo no soy importante ¿Por qué hablar de mí?” Le contesté que “si Carlo Ginzburg, el historiador, escribió la historia de Menoquio *1, el molinero, por qué no puedo yo hablar de ti”. Entonces me dijo, “bueno, si quieres, está bien”.
A partir de ahí estuve dos años para poder conseguir la beca y organizar mis cosas para venir a Uruguay. Desde 1995 estuve en Montevideo todos los años varias veces. Así fue que Ruben Prieto me dijo: ¿Por qué no te quedas en la Comunidad del Sur? Acepté, así podía dejar a mi hija, que tenía diez años y así yo podía ir a lo de Luce. Al final estaba en su casa todo el tiempo y me quedaba a dormir. Así empezamos más que un trabajo científico una gran amistad. Fueron muchos años y fue necesario ya que se necesita mucho tiempo para hacer una biografía, porque las personas no te abren las puertas tan fácilmente. Simbólicamente yo llegué a su habitación en el cuarto año, al final del trabajo. Allí Luce abrió gavetas con cartas y descubrí que escribía poemas. Hacía años que la conocía y recién ahí me habló de su poesía. Le dije, “Luce, nunca me hablaste de tu poesía”. Creo que si me hubiera quedado más tiempo, hubiera descubierto más cosas, porque ella también me estaba conociendo y también quería saber qué iba a escribir sobre ella, es natural.
Fue una relación muy afectiva, porque Luce me hacía recordar un poco a las profesoras que yo tenía cuando era chica, en la escuela pública, en Brasil. Eran muy buenas, de excelente calidad, de una erudición que no hay más. No hay más gente con esa calma, con el tiempo suficiente para llegar a ese grado de reflexión y de profundidad.
Foucault en la sangre.
- En su libro cuenta que un hecho importante en su formación fue comenzar a leer al filósofo francés Michel Foucault.
- Sí, soy foucaultiana de carterinha (como si ella tuviera un carné de foucaultiana, como si se tratara de un equipo de fútbol). Es un chiste, una brincadera, porque en Brasil dicen que yo sólo hablo de Foucault. Escribo sobre Luce Fabbri pero sólo hablo de Foucault (dice con ironía).
- Usted contó en la Fundación Vivian Trias que descubrió a Foucault a principios de los setenta y que ello le llevó a cambiar su mirada sobre la historia. ¿El libro sobre Luce está basado en esas ideas? ¿La elección de escribir sobre ella también?
– Sí, todos mis libros y también el de Luce. Para mí Foucault es un anarquista, aunque él dijera que no. Comprendo muy bien que él haya dicho que no lo era, porque eso hubiera significado limitarse a determinados grupos políticos.
Para comprender esta influencia hay que entender la influencia del filósofo en mi país. Los franceses no comprenden porque ha tenido tanto éxito en Brasil.
En 1970 la dictadura militar estaba en un momento de crisis. Yo había terminado de estudiar historia y me encontraba perdida, porque en esa disciplina tú trabajas con muchos documentos ¿Pero qué haces con ellos? ¿Cómo los organizas? ¿Cómo estructuras una narrativa? Entonces me decidí a estudiar filosofía.
En la segunda mitad de la década de los setenta yo estudiaba en la Facultad de Filosofía de la Universidad de San Pablo, y en ese momento encontré a Foucault. Claro, no lo encontré en las clases, lo encontré entre los estudiantes, en algunos profesores, y de una manera marginal. Foucault estuvo dando clases en Brasil en seis oportunidades.
- ¿Por esos años comenzó a resquebrajarse la dictadura?
- Sí, en 1975, en las calles de San Pablo, a raíz del asesinato del periodista Vladimir Herzog, fue que empezó el cuestionamiento más visible hacia la dictadura militar. Ese mismo año Foucault estaba dando una clase en la Universidad de San Pablo cuando varios estudiantes interrumpieron la clase para contar que habían matado a Herzog. Foucault escuchó la proclama de los estudiantes y luego los acompañó a una manifestación. Luego diría que no quería trabajar más en países donde hubiera dictadura.
En ese momento Foucault estaba empezando a ser conocido en Brasil. Nosotros los descubrimos y no sólo en Brasil, en todo el mundo, por su teoría del poder. Él decía que el poder no es algo que está allá y nosotros estamos acá, sino que el poder está diseminado por la sociedad. Por ejemplo, el Estado es posible porque las redes de poder, que están debajo, lo sustentan.
Para mí, que empezába a estudiar el anarquismo, fue fundamental, porque el anarquismo es crítico, no está preocupado con conquistar el Estado, sino en destruirlo. Pero el foco del anarquismo y es de lo que las nuevas generaciones se olvidan, es la transformación cotidiana del poder; es la creencia de que es posible que entre las personas no haya poder. Hay mucha gente que no cree que sea posible porque realmente es muy difícil, porque capaz que sea en un momento y no en toda la vida, o en algunas relaciones. Uno ejerce algún tipo de poder, con sus hijos, con su marido, con sus alumnos. Hoy sabemos que las cosas son mucho más complejas, pero yo estaba encantada con la idea de poder crear una red de solidaridad y cambiar las relaciones humanas.
La experiencia de la libertad.
-¿Qué elementos teóricos tomó de Foucault?
-Creo que Foucault nos dio claves analíticas para pensar la cuestión del poder, pero también nos dio muchas otras, por ejemplo su concepción de la historia es muy diferente. Foucault cuestionó la idea de que se puede mirar el pasado como una línea recta. Pienso que es importante pensar la ruptura. La historia está hecha mucho más de ruptura que de continuidad.
Un momento importante en la carrera de Foucault, en la década del ochenta, fue cuando le reclamaron que hablaba sólo de poder y no hablaba de la libertad. Foucault respondió con un libro que fue una sorpresa para todos: él había escrito antes La Historia de la sexualidad, Vol. 1, La voluntad de saber. En ese libro de 1976 completa su teoría del poder, una analítica del poder. Él dijo que era el primer volumen, entonces todos imaginaban que el segundo volumen sería, si el primero era el siglo XIX, el segundo trataría sobre el siglo XX. Pero el segundo trató sobre el siglo V a.C. en Grecia. Entonces sus críticos se preguntaron por qué. Con el tiempo quedó muy claro que para Foucault la experiencia fuerte de libertad histórica, es la experiencia de la Grecia antigua. Los griegos no tenían Estado, inventaron la idea de democracia, la idea de autogestión y todo lo que hoy defendemos como política radical.
Entonces él se volvió hacia los griegos y puso atención en una cuestión de la que nadie, o muy pocos, había hablado. Lo que denominó proceso de subjetivación. Foucault decía que en la modernidad se preocupó de controlar el individuo, de sujetarlo. Sujeto en francés se dice “sujet”, que significa el súbdito del rey. No es el individuo libre, es el sujeto sujetado. Foucault pensaba que en la modernidad sabemos muy bien cómo dominar, cómo controlar, disciplinar, domesticar los cuerpos, los animales, los niños, todo. Entonces su teoría del poder mostró esa productividad del poder; cómo el poder es productivo, encuadrando los comportamientos, produciendo identidad; además diciendo que son naturales. Produce la identidad, impone y dice que es natural. Inventan las divisiones homosexuales y heterosexuales y dicen que esto es natural. Pero Foucault mostró que la invención es de la década de 1870. Los griegos no tenían la noción de homosexualidad, heterosexualidad y ni siquiera la palabra sexualidad. Tampoco las nociones de normal y patológico. No razonaban en esos términos. Eso mostró Foucault: que tendríamos que ver a la antigüedad con otra mirada, porque no hay una continuidad con lo que somos.
Entonces pensé que los anarquistas tienen esta experiencia, porque son críticos del poder. De esta manera quise construir relaciones de solidaridad, de actividad ética y me pareció una clave importante para leer a la historia de Luce Fabbri.
- ¿También utilizó sus ideas para estudiar el feminismo?
- Claro, el feminismo en estas últimas décadas desarrolló muchas experiencias y estrategias para que las mujeres fueran otras. Por ejemplo mi generación: ¿Nosotras fuimos educadas para qué? Para casarnos con un hombre más rico, tener hijos, cuidando la casa… ¿y qué hicimos? (se ríe).
Dijimos no a todo eso. Cuando tenía quince años sabía que no quería eso, pero tampoco sabía qué es lo que quería. Entonces en mi vida hubo muchos aciertos y errores, al igual que con toda mi generación. Pienso que tenemos que reflexionar sobre estas estrategias que desarrollamos intuitivamente, porque no creo que el feminismo sea una cuestión de derrotar a los hombres. Hay una frase maravillosa que dice que el feminismo no vino para derrotar a los hombres, sino que vino para liberar a las mujeres de la mujer. La mujer es un universal construido por el discurso de la medicina. Por ejemplo, cuando nació la ginecología en el siglo XIX, se afirmaba que la mujer, por su configuración biológica, no puede caminar tan bien como los hombres, lo que es un absurdo. Es un discurso científico legitimando la exclusión de las mujeres de la escena pública. Pienso que para conquistar ese espacio las mujeres, las feministas, tienen que liberarse de la mujer, de esa identidad.
Por eso Foucault fue fundamental para el feminismo y también lo fue para mí y para los anarquistas. Una cosa que descubrí es que Foucault es muy libertario, porque es el mayor crítico del poder. Es el más anarquista de todos. Creo que logré un encuentro entre Foucault, el anarquismo y el feminismo, y como soy historiadora, quise mirar a la historia con esta referencia teórica, filosófica y política.
Homenaje a Luce Fabbri, realizado en la fundación Vivian Trias, 31 de julio de 2013.
El trabajo del historiador.
- ¿Cuántos años estuvo estudiando la historia de Luce?
- Cinco años. Empecé en 1995 y terminé el libro en 2000. Tuve que estudiar italiano porque algunos textos de Luce están en Italiano. Fue de gran ayuda para comunicarme mejor con Luce, porque cuando se cansaba comenzaba a hablar en italiano.
En la casa de Luce había muchos libros y muchos textos para catalogar; fue un trabajo enorme, pero finalmente toda esa información está en el libro. Además estaban las entrevistas para transcribir. Luce por suerte hablaba despacito y no fue tan difícil, pero igual tengo como cuatrocientas páginas de transcripción de citas. Todo fue mucho trabajo, pero por suerte la documentación estaba concentrada en las dos bibliotecas de Luce, así que no tenía que ir a muchos archivos.
- Tú escribiste que Luce era una mujer con una participación política constante. ¿Eso lo heredó de su padre y de Malatesta?.
- Es verdad. Por ejemplo, yo soy hija de un guitarrista. Mi padre tenía un conjunto y grabó muchos discos, entonces la música en mi casa era algo cotidiano. Pienso que fue lo mismo para Luce la política y el movimiento obrero. Además Luce era muy apegada a su padre y como vivió en ese medio se volvió militante. También creo que la cuestión de la huída del fascismo reforzó los vínculos familiares. Por otro lado las condiciones históricas los empujaron hacia una resistencia más activa exigiéndoles a los Fabbri una respuesta más incisiva. A eso se sumó que Luce tenía una formación intelectual muy sólida, Ella había estudiado en los años veinte en la Universidad de Bolonia.
Cruce de caminos.
-Durante el homenaje a Luce Fabbri realizado el 31 de julio de 2013 en la fundación Vivián Trías, el decano de Humanidades se refirió a ella como una mujer flaquita, pero de gran fortaleza.
- Eso era externamente porque por dentro Luce estaba cocida con hilos de acero. Era una mujer muy intensa, que no se cansaba nunca. De casi todo de lo que tú decías, ella podía hablar horas. Por ejemplo, una historia que yo cuento en el libro: mi hija cuando tenía diez años pidió que la lleváramos a almorzar a un restorán de la avenida Ocho de Octubre. Cuando volvíamos Luce le preguntó: “¿Qué tanto querías comer afuera?”. Mi hija le respondió que quería comer capeletis a la boloñesa. Luce entonces dijo: “Ah, boloñesa; viene de Bolonia, yo viví ahí. Recuerdo la Universidad, la ciudad, las casas rojas”. Dos horas estuvo hablando sobre Bolonia. Después siguió: “Capeletis; viene de capelo, que era un sombrero que usaban las monjas en el siglo XVI”. Entonces empezó a mostrarnos cómo eran y mi hija, apenas una niña, fascinada, escuchándola. Era increíble la capacidad de conexión que tenía, porque eso exige un gran esfuerzo; una mujer de ochenta años conectándose con una niña de diez y además de otro país.
Otro ejemplo que tengo: le digo un día: “Luce, no te imaginas, Marina está creciendo. Ahora tiene quince años. Volvió de la escuela el otro día y me habló de Charles Darwin. Luce me contestó: “entonces está en el momento de introducirla con Piotr Kropotkin”. Pregunté por qué, y Luce dijo que Kropotkin había criticado a Darwin diciendo que si fuera solamente por la competencia no habría sociedad y por eso escribió “La ayuda mutua”. Tenía una vivacidad y una agilidad mental increíbles.
-Pero además tenía un compromiso con el otro, didáctico y de divulgación.
-Sí, Luce era una mujer muy inteligente. En ella encontré una abuela y además, una abuela italiana. Ella por su parte encontró a la nieta ideológica. Fue un encuentro. ¿Qué estaba haciendo una mujer de la clase media de San Pablo en Uruguay queriendo saber sobre las mujeres anarquistas? Hay una palabra que define esto y es serendipity *3; me la enseñó mi hija. Yo usaba el término sintonía, pero serependidad es mejor, que significa encuentro, conjunción de fuerzas que hacen un proceso creativo.
El libro de los autodidactas.
- ¿Qué pudo hablar con Luce sobre el libro que estaba escribiendo sobre el autodidactismo obrero?
- Escribió bastantes capítulos Luce. No finalizó el libro pero escribió una buena parte de la historia del autodidactismo. Es una pena que no lo pudo finalizar. Hay un momento en mi libro en que yo hablo de ese trabajo de Luce. Ella estaba muy fascinada con esa capacidad de los obreros de instruirse, de leer.
- El esposo de Luce era un autodidacta.
- Sí, Ermacora Cressatti era un autodidacta. Luce investigó la cultura obrera que se desarrolló desde principios de siglo XIX en Europa, sobre todo en Francia e Inglaterra. Pero su estudio empieza antes de la revolución industrial, a fines del siglo XVIII, con la formación de los obreros. Estos tenían diarios y una prensa increíbles, con artículos de calidad, que estamos estudiando ahora. Había una formación autodidacta que formaba personas éticas, como en el arte de vivir de los griegos que describe Foucault. Hay un historiador británico, Edward Thompson, que escribió sobre como en la noche los obreros después del trabajo, se reunían, leían textos, discutían, pensaban y escribían. Luce estaba fascinada con esta historia.
- ¿Va a terminar el libro de Luce sobre el autodidactismo?
- No, no voy a terminar ese libro. Era de la idea de que debía ser publicado tal como está. Pero me han contado que el material está perdido. Luce me hablaba del libro, pero cuando ella murió parece que pasó a un grupo para ser publicado.
- ¿Luce escribía a mano?
- A mano y a máquina, las dos cosas. También estaba empezando a escribir con la computadora.
- ¿Va a publicar algún libro más sobre Luce Fabbri?
- No; no creo que tenga energía para escribir más. Yo ya reuní todas sus obras, ya hice ese trabajo. Pero todavía se puede hacer mucho más; pienso que apenas empecé.
- En su libro escribió que ahora pasa la antorcha a otros. ¿Tambié Luce lo vio así con usted?
- Sí, creo que es un trabajo de transmisión. Luce me transmitió una experiencia, una cultura, una práctica política y sus reflexiones. Pienso que otros tienen que continuar y que yo tengo que ir haciendo otras cosas. Porque es un poco doloroso; no me quiero meter en cosas que pueden doler, porque fue una relación viva. Es mucho dolor, así que debo esperar un tiempo. No quiero remover eso.
El mundo es de los jóvenes.
-¿Por qué el movimiento anarquista no impulsa más las universidades populares como en los años treinta?
- No lo sé, pero todavía las hay, como la Escuela Florestes Fernándes, del Movimiento de los sin tierra, en San Pablo. Pero el movimiento obrero cambió mucho, ya no hay una preocupación por la cultura. Creo que hay una preocupación por las condiciones materiales, como los salarios y con reivindicaciones más inmediatas que la de la formación de una cultura. La vida cambió muchísimo. No creo que la clase obrera le dé hoy la importancia que le daba, ni el mismo interés, por la formación cultural o ética. Lo mismo pasa en los grupos anarquistas de jóvenes. No están interesados en conocer a Bakunin o a Kropotkin. Ese es un problema muy grave, porque en Brasil muchos dicen que nosotros somos intelectuales y que estamos en las nubes. Que no estamos viviendo el día a día, como si no tuviéramos problemas salariales y laborales.
- ¿No fue eso lo que le cuestionaron a los profesores en el Mayo francés?
- Sí, es verdad, pero ahora mismo eso pasa incluso con los profesores militantes. Los jóvenes militantes dicen a los viejos militantes que no interesa saber lo que ellos saben. Que la universidad está muerta. No sé, hay una cultura distinta. Hay un gap, una brecha, entre los de veinte y los de cincuenta o sesenta. Está un poco difícil construir con los jóvenes un puente de transmisión de cultura, de educación, sobre el pasado. Sienten que eso no interesa.
- ¿Tiene que ver con cómo perciben su mundo cotidiano, con la virtualidad, por ejemplo?
- Sí, es todo muy inmediato. Sólo les interesa el presente, no tienen capacidad de concentración. Pero al mismo tiempo hay gente muy inteligente y además creo que los jóvenes son muy rápidos, muy antenados. Ciertamente tienen un bagaje muy grande. Viajan mucho, circulan mucho; en Internet o fuera de ella. Hay una gran diferencia de generación. El mundo está para ellos, no para nosotros. Están adaptados a eso y saben manejar muy bien todo.
Por ejemplo, una cosa que está cambiando mucho en Brasil son los jóvenes de la generación de mi hija, los mismos que hicieron las movilizaciones de protesta en 2013. Pienso que vienen con otra mentalidad, con una sensibilidad muy grande hacia el otro.
Además hay un cambio en la sociedad, con un reclamo de que termine la corrupción, de democracia directa, de no sentirse representado y de cansancio hacia los partidos, aún los de izquierda. Esto es una cosa muy anarquista, mismo si los manifestantes no se reivindican como anarquistas, y quizá en este momento sea mejor no tener siglas, porque esas siglas están cristalizadas, muy viejas. Las siglas son de grupos que se creen portadores de la verdad, que van a conducirnos a algún lado. Estamos cansados de eso. Nadie quiere ser conducido. No queremos ser conducidos por la iglesia, por el Estado, por el mercado, por los hombres, por las mujeres, ni por los niños (dice riendo).
Bibliografía de Margareth Rago:
Del Cabaré al hogar. La utopía de la ciudad disciplinar. Brasil, 1890-1930; Paz y Terra, 1985.
Los Placeres de la Noche. Prostitución y códigos de la sexualidad femenina en São Paulo, 1890-1930; Paz y Terra, 1991.
Narrar el Pasado, Repensar la Historia, con Aloísio Gimenez; IFCH/UNICAMP, 2000.
Entre la historia y la libertad: Luce Fabbri y el anarquismo contemporáneo; Montevideo; Editorial Nordan-Comunidad; 2002.
Imágenes de Foucault y Deleuze, resonancias nietzschianas, og. con A. Veiga-Nieto y L. Orlandi; DPA, 2002.
Foucault, La Historia y El Anarquismo; Achiamé, 2004.
Figuras de Foucault, org.com Alfredo Veiga Neto; Auténticas, 2006.
Feminismo y Anarquismo en Brasil. Audacia de Soñar. Ed. Achiamé, 2007.
Para uma Vida Não-fascista; con Alfredo Veiga Neto, compiladores; Coleção Estudos Foucaultianos; 2010.
Notas:
1. La Comunidad del Sur fue un colectivo anarquista fundado en 1955 en Montevideo, Uruguay. Durante la Dictadura sus integrantes emigraron a Perú y Suecia. Al regreso de la Democracia, la comunidad se instala en 1989 en una chacra en las afueras de Montevideo, hasta su disolución a mediados de la década de 2000.
2. El queso y los gusanos, 1976, donde Ginzburg reconstruye la cosmogonía de Menoquio, un molinero campesino del norte de Italia a partir de dos juicios que le hizo la Inquisición en 1583 y 1599.
3. Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta.
Entrevista publicada en Revista Relaciones. Mayo 2014.
Copyright ® Daniel Veloso Mozzo 2014
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