El taller de Jar II (Segunda época)

jueves, 16 de abril de 2009

Fantaciencia!!!






Este es uno de mis primeros y sufridos artículos publicados en el Cultural. La idea me la propuso mi amigo Marcos Baudean cuando caminábamos hacia su casa, volviendo quizá de la feria de Tristán Narvaja, por una de esas calles que tienen nombre de etnia indígena, no sé si Charrúa o ChanáMarcos me dijo: ¿por qué no escribís sobre el viaje al Centro de la Tierra?. De hecho me regaló el libro de Verne
Tiempo después encontré en otra feria, la de Piedras Blancas, sucio y mojado, tirado entre mil objetos inútiles, un ejemplar de Plutonia, del ruso Obruchev
Ya estaba. Con esos dos libros me alcanzaba y me sobraba para la nota, que sin embargo costó escribirla y más publicarla. Fue una época en que meter una nota en el suplemento era un triunfo.
La moraleja es que para empezar a escribir un artículo bien valen los consejos de los amigos.

Salute.






País Cultural

Viernes 03.09.2004 Montevideo, Uruguay



De Julio Verne a Vladimir Obruchev





Aventuras subterráneas




Daniel Veloso


PARA imaginar un mundo con un interior hueco, primero es necesario imaginar un mundo esférico. Algunos pensadores griegos ya manejaban la noción de que la Tierra era redonda y de que giraba en torno al sol. Y muchos de aquellos que creyeron en una Tierra esférica, también pensaron que su interior era hueco. El filósofo romano Séneca escribió que en el interior de la Tierra se encontraba una gran caverna de la cual manaba el agua que alimentaba a los ríos. Otros optaban por ubicar en lo profundo a los infiernos, como el de Dante, el reino del dios griego Plutón, o el más popular, hogar del Demonio, repleto de fuego, azufre y almas en pena. Algunos más atentos, observaron que de las profundidades salía la lava que vomitaban los volcanes. Al parecer el interior de la Tierra estaría muy caliente, pero solamente un héroe intentaría bajar allí.





MITO RECURRENTE. Varios personajes y héroes de la literatura han descendido a las entrañas del planeta. Hércules, Orfeo y Ulises descendieron, pero siempre de visita. Para encontrar relatos en que el objetivo de un viaje fantástico sea la exploración, es decir, la búsqueda para averiguar que hay más allá, se debe llegar hasta el siglo XVII. El astrónomo Johannes Kepler escribió Somnium Astronomicum, alrededor de 1610, en el que unos personajes viajan a la Luna y observan a la Tierra girar en el espacio. Décadas más tarde, Cyrano De Bergerac, escritor y espadachín francés, escribirá Viaje a la Luna y a los estados del Sol, una de las primeras novelas de ciencia ficción. Ya en el siglo XIX, Julio Verne, reconocido como padre de este género, utilizó todos los nuevos campos de exploración posibles para sus novelas. La Luna, la atmósfera y las profundidades fueron visitadas por sus héroes y sus asombrosas máquinas. A partir de él, no hubo escritor fantástico que no se inspirara en sus libros. Hay varios relatos de cómo es el núcleo terrestre: Fowler Wright escribió su alucinante Mundo Subterráneo; el ruso Vladimir Obruchev, Plutonia; Edgard Rice Burroughs, el autor de Tarzán, crearía también su propia Aventura en el Centro de la Tierra y H.P. Lovecraft arrastraría a un atormentado personaje por un mundo oscuro lleno de seres fantásticos, en Viajes al otro mundo.




DE BALSAS Y DINOSAURIOS. Si hubiera sido real el viaje al centro de la tierra que relata Verne, tendría que ser catalogado como el más apasionante y valiente de cuantos hubo en los años de exploración. Comparable a la búsqueda de las fuentes del Nilo, a la travesía de la balsa Kon Tiki, o a la carrera por el Polo Sur, entre muchas otras aventuras reales. Este viaje a las profundidades sólo podría ser emprendido por un loco, pero no es un loco quien lo lleva a cabo, sino el profesor Lidenbrock. De carácter irascible y terco como una mula, se propone lo imposible, contraviniendo todos los conocimientos de su época, descenderá a través de la corteza terrestre hasta el centro del globo. Lo hará a través de la chimenea de un volcán apagado en Islandia. Consigo llevará a su joven sobrino Alex, que no muy convencido, es el personaje incrédulo de que tal hazaña sea posible, haciendo las preguntas que el lector escéptico se hace. Si al descender por debajo del nivel del mar, aumenta la presión, llegaría un punto en que los viajeros quedarían aplastados.




Julio Verne


Pero el profesor Lidenbrock desciende decenas de kilómetros sin ningún problema. Alex intrigado, le pregunta por qué no aumenta la temperatura a medida que bajan dentro de la corteza terrestre. El profesor simplemente contesta que "los hechos" —que sólo haya 26 grados en vez de 1500—, "como tienen por costumbre, hechan abajo las teorías". Descendiendo sin parar durante dos meses y sin que se les acabe el alimento, ayudados por Hans su guía islandés, personaje casi mudo, llegan a un mar subterráneo en cuyas costas crece una selva prehistórica. Animados por tal descubrimiento, que los situaría entre lo más glorioso de la comunidad científica internacional, construyen una balsa y se lanzan a ese mar que según sus cálculos, estaría debajo del Mediterráneo. Decididos a cruzarlo, casi son hundidos por dos dinosaurios acuáticos enfrentados en una lucha a muerte. A esta altura del libro el lector se preguntará cómo harán para regresar. Se les acaban las provisiones y no han recorrido ni la mitad del trayecto. Pero Verne les tiene una salida espectacular, al mejor estilo "patoaventuras" de Disney, donde la balsa ascenderá sobre una columna de lava de un volcán. Julio Verne trataba de estar al tanto de las últimas novedades científicas, así como de las últimas conjeturas sobre el horizonte de descubrimientos que se abría por esos años de fines del siglo XIX. Por eso no perdía la oportunidad de lanzar atrevidas ideas y soluciones a problemas no resueltos. Recién Alfred Wegener, en 1915, escribiría su famoso libro sobre la deriva de los continentes, en el que describe la corteza terrestre formada por placas tectónicas, que flotan sobre un océano de roca fundida. Para ese entonces, Viaje al centro de la Tierra, pese a sus explicaciones erradas, ya era un éxito perdurable.






HORMIGAS GIGANTES. A mediados de la década de los años veinte, otro escritor, esta vez ruso, enviaría a sus personajes en un viaje insólito hacia el centro de la Tierra. El libro, de nombre Plutonia, escrito en 1924, es la obra del geólogo Vladimir Afanásievich Obruchev, nacido en 1863 y fallecido en 1956. Obruchev es un autor muy popular en Rusia. Lo curioso es que siendo geólogo y sabiendo la imposibilidad de que los humanos desciendan hasta las profundidades de la Tierra, confeccionó una historia verosímil en que unos exploradores árticos encuentran un orificio en la corteza terrestre, que les permite encontrar un mundo subterráneo. Obruchev describe un planeta Tierra hueco, con un pequeño sol rojo en su centro que calienta un mundo prehistórico donde se reparten como en un "Parque Jurásico" las distintas eras. Tras desembarcar en una isla del Océano Artico, los exploradores rusos encuentran una depresión que los lleva bajo el nivel del mar. Enorme es su sorpresa cuando el hielo deja paso a la vegetación de la tundra, y en ella, mamuts y rinocerontes lanudos. Como en los años veinte no estaba de moda la sensibilidad ecológica, lo primero que hacen al ver un mamut es dispararle un escopetazo. A medida que descienden el clima cambia y la vegetación se hace selvática. Es el sueño del zoólogo de la expedición. Es un mundo peligroso y salvaje donde los científicos tendrán que enfrentarse a pterodáctilos y hormigas gigantes y hasta la erupción de un volcán, descrita con lujo de detalles geológicos. En la narración de Verne, sus exploradores apenas tuvieron tiempo para entablar contacto con hombres primitivos. Tiempo que Obruchev se da, al permitir que dos rusos sean capturados por una tribu de hombres de Neanderthal. Es que Obruchev se crió leyendo las aventuras del francés, que le causaron "honda impresión". "Mentalmente mis hermanos y yo atravesábamos los hielos del Artico, ascendíamos a altas montañas, bajábamos a la profundidad de los océanos, íbamos a la caza de elefantes, de leones y de tigres", escribió. Estas lecturas lo lanzaron a llevar una vida aventurera como geólogo, al servicio de la expansión por Asia Central del Imperio Ruso, recorriendo Siberia y las estepas de Mongolia.




Vladimir A. Obruchev


EL VIAJE IMPOSIBLE. Muchos viajes logrados por el Hombre, fueron en su momento calificados de imposibles. Se ha llegado a la Luna y al fondo de los abismos. Pero las dificultades que ofrece el núcleo del planeta son apabullantes. Para plantearse su meta, el profesor Lidenbrock, primero tendría que tomar en cuenta ciertos datos objetivos. Debajo de la corteza terrestre, la delgada capa sólida de la Tierra, se halla el Manto, compuesto por roca fundida de 750 kilómetros de profundidad. El profesor tendría que soportar temperaturas altísimas y una presión 250 veces mayor que a nivel del mar. Después tendría que atravesar la sección líquida del núcleo, para llegar al núcleo sólido, de hierro y níquel. La forma más segura es estudiarlo a través de las ondas sísmicas que producen los terremotos. Cuando atraviesan el núcleo, estas son perturbadas, permitiéndole a los sismólogos deducir que la parte líquida está compuesta por capas y que el núcleo de hierro gira un poco más rápido que el planeta. Conociendo al Profesor Lidenbrock, este método sería cosa de cobardes. Sin embargo, llegar hasta el núcleo en una nave, o enviar una sonda, deberá enfrentar problemas como la refrigeración del vehículo, o cómo soportar las inmensas presiones. Esas soluciones las tendrán que imaginar los nuevos herederos de Obruchev y Verne.



En este blog se puede leer Plutonia:

http://www.librosmaravillosos.com/plutonia/index.html








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